Muchos arrendadores pasan algún mal trago que otro cuando deciden gestionar por libre su vivienda:
Quejas de los vecinos de la comunidad.
Retrasos o impago del alquiler.
Obras sin autorización.
Subarriendo inconsentido.
Destrozos o daños en el mobiliario.
Exigencias del arrendador.
Devolver la fianza.
Mantener el contrato de alquiler si vendes la propiedad.
Hacer reformas en caso de discapacidad del inquilino o arrendatario.
Estar al corriente de pago de impuestos y tasas.